sábado, 6 de noviembre de 2010

Tú pitarás

"Tu pitarás" le dije, hace unos días, a una buena amiga que insiste en llamarse Tenar. Pero a mí me gusta, de vez en cuando, referirme a ella como "la Vidente de Almas" porque, en sus buenos tiempos, parecía que le bastara con mirarte a los ojos para saber a ciencia cierta qué oscuros fantasmas recorrían tu corazón; y eso, para alguien como yo, que se miente a sí mismo durante más tiempo que horas pasa su corazón latiendo, era un don incomparable.
Me respondió con una risa divertida y una mirada de interrogación abierta. La otra persona con la que también estaba en aquel momento, Wungo (estoy convencido de que a él no necesito presentarlo) puso la interrogación de cierre con su cara de asombro.

Ninguno de los dos conocía el viejo cuento, y yo no estaba por contarlo, así que se lo dejé a deber. Con esta entrada, pago mi deuda y, en concepto de intereses, os la ofrezco a todos los demás junto con mi propia reflexión.



La historia cuenta cómo un hombre de pueblo se disponía a partir hacia la feria de la ciudad, montado sobre su mula. No todo el mundo tenía el tiempo o la capacidad necesarios para ir en persona a la feria, de modo que sus vecinos comenzaron a hacerle encargos diversos:
-Tráeme un bonito sombrero. -Solicitó una tía suya.
-Me gustaría mucho tener un espejo, el mío se rompió. -Pedía una prima segunda.
-Me harías un gran favor si me trajeras un par de zuecos. -Dijo un vecino.
-Una manta de colores.
-Un peine.
-Unas onzas de chocolate.

Y la lista aumentaba más y más, con gente más o menos cercana, que aprovechaba para obtener algo de la feria a costa del buen hombre.
En esto que se disponía ya a marchar sobre su mula cuando se le acercó su sobrino pequeño, puso un par de monedas en su mano y preguntó:
-¿Sería usted tan amable de traerme de la feria un pito?

A lo que el hombre sonrió, se inclinó sobre él, y le dijo al oído:
- Tu pitarás.




Y es que, a veces, lo importante no es que siempre se acuerden de ti cuando salen a hacer algo.
A veces, lo importante no es que sepan escuchar las razones o excusas que tengas que exponer.
A veces, lo importante no es que todo el mundo baile al son que tú marcas.
A veces, lo importante no es saber si hemos cambiado para bien o para mal (y lamento ser yo quien os saque de vuestro error, pero la gente, en efecto, cambia).


Hace un tiempo, mientras yo (y ojala hubiera sido sólo yo) pasaba una mala racha, le respondí a una vieja amiga:
«[...]maldigo el mundo en que decir, en dos palabras, "te quiero" suponga tal esfuerzo que no lo hagamos si no es necesario.
El mundo en que eso sea una norma, es un mundo que se muere.
Y si ese mundo es el tuyo, entonaré un réquiem en su memoria.»

Palabras quizás demasiado duras, más aun teniendo en cuenta lo que una vez quise que ella fuera para mí, o tal vez lo sean justamente por eso.
En cualquier caso, no me retracto.
Los amigos y las relaciones son como un jardín y olvidamos con demasiada frecuencia que incluso el más bello de los jardines necesita cuidados continuos, y que aun aquellos que disponen de un sistema automático de riego, ofrecen un aspecto deplorable cuando pasan largo tiempo sin atención.


Es necesario mantener una cierta empatía hacia la gente que nos rodea, por mucho tiempo que lleven ahí, y saber demostrarles, cuando sea necesario (o mejor, siempre que podamos), lo mucho que aun valen para nosotros.
Pues a veces, lo importante, es saber dar todo lo que puedes de ti para obtener lo que quieres. Y en ese caso, si la suerte acompaña, tú pitarás.