viernes, 16 de marzo de 2012

Los fugitivos

Dicen que las canicas son los sueños fugitivos de los hombres.

Que de noche escapan en forma de vapor hacia el cielo, y en un punto del horizonte se condensan para volver a caer y aterrizar en los bolsillos de los niños.

Mates, metalizadas, cristalinas, de ojo de gato... hay tantas como sombras danzantes alrededor de una fogata. Y aunque todas son maravillosas, a su manera y en su momento, nada puede compararse a las de formas más puras.

Me refiero a “las cambiantes”. A las que según la incidencia de la luz, estado de ánimo (oh, si, también tienen temperamento) o azar, modifican su color y forma. Todos nos dimos cuenta de que no hay una regla válida para determinar estos cambios y, por alguna extraña razón, jamás decidimos preguntarlo.

Cuando crecemos y las olvidamos en un cajón de la casa, no se quedan quietas esperando que un golpe de nostalgia te lleve a jugar con ellas. No. Ellas lo saben. Saben que has crecido y se escapan otra vez al cielo en busca de nuevos niños.

La única forma de que una canica sea feliz es siendo regalada. No hay ilusión más grande que la que es compartida.


Si estás leyendo esto, probablemente “perdiste” o regalaste tus canicas hace mucho tiempo.

No te culpo, las personas también se evaporan.

Como los sueños

Como los sueños.

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