martes, 7 de febrero de 2012

Mi canción huidiza

Es molesto, tengo una canción que suena justo detrás de mi tímpano. El sonido no es tan alto como para distinguirla, la vibración no es tan intensa como para sentirla, pero está ahí, insistente y eterna como el zumbido de una noche de verano.
Si no pienso en nada, casi puedo tararearla. Casi. Pero enseguida descubro que no puedo.
Me pongo a pensar en otras cosas, me distraigo, pero tarde o temprano sobreviene otro silencio y allí está mi canción, detrás de mi tímpano, incansable y paciente como el lento discurrir del agua.
Intento prestarle atención, pero entonces ella se me escapa, huidiza, como arena entre los dedos, dejando tras de sí esa sensación opresiva, como si nunca pudiera llenar del todo mis pulmones, como si algo me oprimiera el pecho hasta hundirlo en su desesperación.


Pensé que mi canción estaba intentando jugar conmigo al escondite, pensé que si la encontraba terminaría todo. Pero ya he escuchado todas las canciones que alguna vez escuché, y ahí sigue mi canción, detrás de mi tímpano.
Pensé que tarde o temprano desaparecería. A veces se va. A veces creo que me he librado por fin de ella para siempre. Pero al final vuelve, de la mano de un nuevo silencio, como si fuera una amante caprichosa.
Yo ya la espero, paciente. Y ella siempre vuelve, insistente y eterna, como el suspiro que precede a un beso nonato.

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