domingo, 3 de octubre de 2010

Memorias de un Héroe Caído III: Requiem por un Ángel Guardián

Tañen las campanas de cristal, y el órgano entona un profundo lamento. Grises figuras se reunen en torno a un macabro desfile. Los porteadores realizan, impasibles, su triste peregrinaje.


«¿Por qué has tenido que irte? Teníamos un trato, yo te necesitaba... no podías morirte, no estaba contemplado en el contrato ¡Maldita sea!¡Has hecho trampas!»


Contemplo al paso el espectáculo. Trato de resistirme, intento seguir mi caminar, no quiero ver lo que tienen que enseñarme... pero mis pies no me obedecen.
Poco a poco, mi corazón adquiere un ritmo desacompasado.
Comienzo a tiritar.
La melodía me va calando hasta los huesos, poco a poco...


«Tú debías cerrar el círculo... debías ser mi seguro contra los errores que nunca pasan. Quizás mi protección es una tarea demasiado dura. Quizás no tuviste elección. Quizás fue un accidente. Quizás debería llorar tu muerte...»


Las campanas cuentan una historia de cielos en llamas. El órgano acelera su jadeo. La música comienza a excitarse.


«Pero incluso los pilares más resistentes terminan por quebrar. Incluso los que no pueden caer... y tú ya no estabas allí para sujetarlos... y yo no supe hacer nada para evitarlo.»


El ataúd llega a su destino, frente a mí. Lo dejan caer.
Y al golpear contra el suelo se envuelve en un estallido de plumas blancas. Ha caído un ángel. Sus plumas nunca más surcarán el cielo. Sus alas no podrán proteger a nadie.


Intento asomarme, pero me detengo en el último instante. Las que hay en el ataud son las alas que nacen de tu espalda. Contemplarlo con mis propios ojos sería un duro golpe... pero ¿y si lo que veo es mi reflejo?
¿Y si son mis alas las que asoman sobre el ataud?


"Hoy ha muerto un Ángel Guardián."
Cantan las campanas.
"Como todos los ángeles muertos, merecía la muerte."
Les contesta el cielo.
"Ese era su derecho."


La impotencia me derrota. La cobardía me consume. Caigo al suelo de rodillas y me echo a llorar.
No aguantaré mucho más. Si no encuentro el modo de salir de este mundo gris. Si nadie viene a rescatarme. Si no recuerdo lo que fuí... entonces este requiem que ahora se extingue será el mío propio.

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